El garbanzo (Cicer arietinum) pertenece a la familia Fabaceae. Es una especie de leguminosa adaptada en el ámbito mediterráneo.

Las plantas del género Cicer son plantas anuales, pelosas y con abundancia de glándulas excretoras, con los folíolos de borde dentado. Tiene las flores agrupadas en inflorescencias arracimadas, pequeñas, de coloración muy diversa. El fruto se presenta en una vaina bivalva y a menudo hinchada, muy pelosa.

El garbanzo es una planta que alcanza de 30 a 50 cm de altura, vellosa y glandulosa, con flores blancas o violetas que desarrollan una vaina en cuyo interior se encontrarán 2 ó 3 semillas como máximo. Su periodicidad es anual. El garbanzo es una legumbre con importantes cualidades culinarias y nutritivas.

El garbanzo es de una riqueza formidable en lo que a aportes nutritivos se refiere. Es rico en proteínas, en almidón y en lípidos (más que las otras legumbres) sobre todo de ácido oleico y linoleíco, que son insaturados y carentes de colesterol. Del mismo modo el garbanzo es un buen aporte de fibra y calorías.

El garbanzo es una planta anual diploide, su reproducción es por autogamia y posee un número cromosómico de 2n=16. Tiene raíces profundas y tallos ramificados y pelosos, con numerosas glándulas excretoras, de ahí que se adapte perfectamente a suelos áridos o secos. El tallo principal es redondeado y las ramas son cuadrangulares y nerviadas. Las hojas pueden ser paripinnadas o imparipinnadas. Los foliolos tienen el borde dentado. Las flores emergen solitarias y la planta puede alcanzar hasta 60 cm de altura. Los frutos son en vaina bivalva con una o dos semillas en su interior que suelen ser algo arrugadas. La planta tiene dos cotiledones grandes. El garbanzo en sí mismo es redondeado, aplastado por los laterales y posee un pico formado por el relieve de la raicilla.

En España, existen las variantes: Fardón, Puchero, Alcazaba, Bujeo, Pedrosillano, Lechoso, Blanco andaluz, o el de Fuentesaúco, mencionado en la obra de Cervantes o el cada vez más popular Garbanzo de Pico Pardal.

Antes de la siembra, se alza el terreno a finales de diciembre con profundidad escasa (unos 15 cm), a finales de enero se bina con una labor de arado de 20 cm, y por último se prepara la siembra con otro pase de arado muy somero a primeros de marzo. Se prepara la semilla antes de la siembra, con suficiente anticipación. Para favorecer la germinación se recomienda tener la semilla a remojo en agua tibia durante 24 horas. La siembra se hace habitualmente a finales de marzo, y se suele sembrar a chorrillo. La densidad de siembra depende de las condiciones ambientales y el tipo de planta, normalmente se suele emplear 33 plantas/m2, aunque si la planta se localiza en un clima desfavorable y varía la disponibilidad de humedad en el suelo, su crecimiento se verá afectado. En sistemas de regadío la densidad de siembra puede llegar hasta 50 plantas/m2. Después de la siembra conviene pasar el rulo, para mejorar el contacto de la semilla con el terreno y para dejar el suelo completamente llano para facilitar la recolección.

El momento de la recolección debe elegirse con cuidado, pues de no ser así, se puede perder calidad y cantidad de cosecha. Se aconseja recoger cuando las vainas tienen aún un tono algo verdoso y no hayan alcanzado la sequedad total, estando tallos y hojas secas por completo. Estas condiciones suelen producirse al comienzo del verano.

Si la recolección es manual, se cortan las plantas por encima del nivel del suelo o de la raíz, se apilan en montones y se dejan secar durante una semana, antes de ser trilladas. Si la recolección es mecanizada mediante cosechadoras, éstas se adaptan de forma que se parta la menor cantidad posible de grano. Antes del almacenamiento los garbanzos deben tener una humedad del 8-15% y deben conservarse en lugar seco y ventilado.

Junto a los cereales, son los alimentos más pobres en agua y son los más ricos en fibra, constituyendo un alimento muy valioso desde el punto de vista nutricional. Contiene entre un 17 y un 24% de proteína bruta (dentro de las leguminosas son las de mejor calidad por su composición en aminoácidos).

A partir de la molienda del grano entero y descascarado se obtiene una harina de origen vegetal que desde el punto de vista nutricional es un alimento rico en proteínas, hidratos de carbono, fibras, minerales y vitaminas. La harina de garbanzo se suele mezclar con harina blanca para dar pan ácimo, o bien se emplea como ingrediente en productos de confitería.

REQUISITOS ESPECIALES

El cultivo del garbanzo se adapta sin grandes problemas a una explotación tipo de agricultura extensiva en régimen de secano. Hay que tener en cuenta que no tolera el cultivo reiterado, pero se integra perfectamente en la rotación con los cereales; no es conveniente sin embargo asociarlo con vid o frutales, ya que los terrenos sombreados perjudican al garbanzo.

La época de recolección debe elegirse con cuidado para evitar pérdidas de calidad y cantidad de cosecha; la recolección se puede llevar a cabo con cosechadoras de cereal adaptadas.

PRINCIPALES LABORES

El garbanzo no precisa de labores muy diferentes a las de otros cultivos extensivos. Las principales particularidades de un itinerario típico podrían ser las siguientes:

– Labor de alzado con vertedera o disco; una labor previa de desfonde o subsolado a principios del otoño, puede ser muy beneficiosa para incrementar las reservas de agua.

– Pases de grada o cultivador durante el invierno para preparar la siembra.

– La siembra se hace habitualmente entre marzo y abril en Castilla y León; siembra a chorrillo, con máquina sembradora, en líneas separadas 40-70 cm (una separación mayor facilita el control mecánico de malas hierbas). Dosis variable según condiciones, entre 80-130 kg/ha.

– Tras la siembra se puede dar un pase de rastra si se ha formado costra. También se puede dar una labor posterior de aporcado o aricado.

– En cuanto a fertilización, el garbanzo prefiere suelos fértiles y bien provistos de materia orgánica, ya que es un cultivo exigente. Los aportes dependerán de las condiciones edafoclimáticas, y se incorporarán como abonado de fondo. Para un suelo medio y una cosecha esperada de unos 1.200 kg/ha, se estiman unas necesidades aproximadas en torno a 15 kg/ha de nitrógeno (N), 20 kg/ha de fósforo (P2O5), y 50 kg/ha de potasio (K2O). Se podría prescindir del abonado nitrogenado, aunque el garbanzo sí que es algo más exigente en potasio.

– Se puede cultivar en secano o en regadío, si bien en el segundo caso el último riego debe ser anterior a la granazón.