Se trata de un cultivo de gran rusticidad, resistente a la sequía, el frío y el calor. Sin embargo la granazón, y por tanto la producción, depende en gran medida de las condiciones ambientales, de modo que reacciona muy bien cuando estas son favorables. Pese a tratarse de una leguminosa que fija nitrógeno, es exigente en elementos nutritivos y por ello prospera mejor en terrenos fértiles; una consecuencia de ello es que se considera al garbanzo como una de las leguminosas menos “mejorantes” del suelo.

La orientación del terreno de cultivo es un factor importante, debiéndose buscar Mediodía o Poniente; hay que evitar las hondonadas, ya que la humedad es perjudicial por el desarrollo de enfermedades como la “rabia”.

Otro factor a tener en cuenta para el cultivo del garbanzo para consumo humano es el de evitar los suelos yesíferos, ya que la presencia de sulfatos tiende a endurecer el grano. Tampoco son convenientes los suelos demasiado arcillosos, que pueden provocar asfixia radicular.

Según lo dicho hasta aquí, el mapa provincial de aptitud para el garbanzo se ha elaborado teniendo en cuenta principalmente lo siguiente:

– Orientación preferente: Mediodía-Poniente (Suroeste).

– Índice topográfico: evitar zonas de acumulación de humedad, como los fondos de valle.

– Precipitación durante el verano: se prefieren las comarcas donde ésta no supere los 120 mm.

– Textura del suelo: se priorizan los suelos francos, franco-arenosos o franco-arcillo-arenosos.

– Se evitan suelos yesíferos (perjudicial para la calidad del grano).

– Se excluyen las zonas forestales e improductivas.

Hechas estas consideraciones, se ha determinado que el cultivo del garbanzo sería posible y recomendable en amplias zonas repartidas por toda la provincia, pero en especial en las comarcas de Amaya Camino, Bureba, Arlanza y Ribera del Duero.