El desarrollo de las plantas de kiwi presenta una serie de condicionantes climáticos, que deben cumplirse para que su cultivo no quede comprometido. En su región de origen, el kiwi crece entre 800 y 1000 metros de altitud (pudiendo llegar a 2000), en zonas húmedas y semi-sombrías, y con suelos ricos en humus, ligeros y húmedos.

En definitiva, al cultivo de kiwi le vienen bien los inviernos cortos, pero que permitan cubrir las horas de frío necesarias, primaveras con poco riesgo de heladas y veranos no demasiado calurosos, con precipitaciones frecuentes para mantener una adecuada humedad relativa. El cultivo sigue siendo posible en zonas con veranos más largos y secos, siempre que se instalen mallas de sombreado y/o sistemas de microaspersión que permitan elevar la humedad relativa.

Las heladas primaverales tardías pueden ser especialmente dañinas, al tratarse de una especie de floración temprana. Lo mismo cabe decir de los veranos excesivamente cortos: si se producen heladas tempranas en otoño se pueden dañar los frutos antes de la recolección. Sin embargo, durante la parada vegetativa en el periodo invernal puede soportar temperaturas muy bajas, de hasta -15 ºC. El kiwi necesita entre 600 y 800 horas de frío, aunque existen variedades menos exigentes.

Otra limitación de orden climático es el viento, que puede ocasionar daños y roturas en las plantas, y producir desequilibrios al incrementar la evapotranspiración. Los brotes primaverales poco lignificados son especialmente sensibles, al quebrarse con mucha facilidad. El viento también puede dificultar el trabajo de los polinizadores.

El kiwi no crece bien en suelos pesados y proclives a producir asfixia radicular. Se deben elegir suelos profundos, bien drenados y ricos en materia orgánica. En cuanto al pH del suelo, le van bien los neutros o ligeramente ácidos; tolera los suelos ligeramente alcalinos, pero pueden aparecer deficiencias de algunos microelementos: con porcentajes de caliza activa superiores al 5% pueden aparecer problemas de clorosis férrica.

En función de todos estos factores, se ha elaborado un mapa provincial de aptitud para el kiwi teniendo en cuenta los siguientes parámetros:

– Altitud óptima 900 metros; se penalizan zonas por debajo de los 400 msnm.

– Se prefiere una orientación noroeste, lo que permite cierto retraso en la floración (mejor contra heladas primaverales), y menor exposición a altas temperaturas durante el verano.

– Mejor en terrenos con poca pendiente, ya que ello favorece la instalación del riego y de las estructuras de protección.

– Horas frío: cuantas más mejor; mínimo 600 horas acumuladas por debajo de 7 ºC.

– Última helada: cuanto antes mejor; valoración nula cuando es posterior al 15 de abril.

– Primera helada: cuanto más tarde mejor; valoración nula cuando es anterior al 15 de octubre.

– Se precisa un buen número de horas de insolación anuales (al menos 2.200).

– Temperatura media en julio-agosto: máximo de 22 ºC.

– Temperatura media de las máximas en julio-agosto: máximo de 28 ºC.

– Precipitación anual total: mejor cuanto más alta; se establece un mínimo de 650 mm, aunque es corregible con riego.

– Precipitación durante el verano: se prefieren las comarcas donde ésta sea más alta.

– Textura del suelo: se priorizan los suelos franco-arenosos y francos.

– pH del suelo: entre 6 y 7; evitar los que sobrepasan 7,5.

– Materia orgánica del suelo: mejor cuanto mayor contenido; evitar los suelos con menos de un 2% (aunque siempre es posible lleva a cabo enmiendas orgánicas).

– Se excluyen las zonas forestales e improductivas.

Se concluye que el cultivo del kiwi podría ser viable en buena parte de Merindades, y en algunas zonas muy concretas entre Bureba y Demanda Pinares.